Cuenta la historia que un dictador criminal que alguna vez gobernó sin piedad en el reino de Chile, y cuyos crímenes fueron conocidos por el mundo entero, murió sin ser condenado, sin que ante los ojos de la justicia quedara evidencia de su culpabilidad...
¿Será esta la historia que esbribimos? Hace unos días contaba en este mismo blog, que en gran parte éramos los responsables de la impunidad del general, de no ser capaces como sociedad de marcar la diferencia con otras tantas dictaduras impunes que han quedado en la memoria de los pueblos como heridas abiertas, por muchos, muchos años.
Por eso, más que hablar sobre lo que significa este hecho, creo que es necesario -ahora más que nunca- no olvidar, ni dejar que se olvide, no bajar los brazos ni la guardia frente a hechos que sucedieron y que tienen un culpable (vivo o no), como dijo Allende, "la historia la hacen los pueblos" y nosotros hoy somos los llamados a seguir luchando para que esto no quede guardado ni sobreseído.
Debemos transmitir la historia, con justicia y verdad, y en lo posible sin odio. Debemos contar lo que pasó, luchar porque no queden libres los culpables... por cierto que acá se cierra un capítulo, pero no finaliza el libro.
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