lunes, mayo 30, 2011

La delgada línea entre la intolerancia y el facismo


Ver a Fernando Villegas anoche en Tolerancia Cero fue efectivamente un ejercicio de T O L E R A N C I A. Y es que generalmente lo veo para ver qué nueva pelotudez dirá Eicholz, pero observar a este personaje diciéndole a Pablo Simonetti su opinión sobre los homosexuales me dejó sin habla (cosa bastande difícil) y, aunque no llegué a una conclusión absoluta, sí me quedé con el convencimiento que hay seres humanos que efectivamente involucionan.

Porque creo firmemente que cuando se trata de abrir espacios sociales a aquellos grupos que reclaman ser oídos, no deberíamos usar palabras como aceptación o comprensión... deberíamos hablar de respeto. Respeto a a todos y todas, independiente de la vida que elijan, de la forma, contenido o caracter sexual que le dan a sus relaciones. Así se construyen las sociedades.

Decir cosas como las que Villegas ha constantemente señalado sobre la homosexualidad a lo largo de su vida pública, no es más que el grito desesperado de un alma tapada por un cuerpo pseudointelectual que intenta ser progresista y cree que despejando "lo incómodo" se construirán mundos mejores.Argumentos como estos son los mismos que se usaron para matar croatas, iraquiés o comunistas en el Chile del '73.

Es el NO respeto por los derechos de un otro que tiene el poder libre de decidir cómo quiere vivir su vida. Y no sólo eso, sino también por aquellos que no necesariamente optan si no que están determinados por su raza, color, estrato social, etc, etc, etc.

Nuevamente te equivocas Villegas. Sólo espero que no te mueras antes de ver a la primera pareja de homosuexuales casados bajo a ley Chilena. Con todo el RESPETO que me mereces.

miércoles, abril 06, 2011

De La Greda, Ventanas, Castilla y otros pesares

Los 25 niños intoxicados en La Greda no son novedad. Tampoco lo es la gente reclamando por las neófitas soluciones que les entrega la autoridad cuando tienen un problema ambiental. Tampoco la TV cubriendo noticias de "desastres" en temas de contaminación. Y para qué decir la nube negra de Santiago.

Con el tiempo nos hemos acostumbrado a los conflictos ambientales. Sobre todo aquellos que explotan a través de las redes sociales, y que son apoyados desde columnas en medios escritos, por entrevistas en TV, por programas de radio y matinales... pero que después de dos o tres días se pierden sin más en la eterna discusión sobre delincuencia, salud y educación.

El problema de la Escuela La Greda no es reciente. Está enclavada en medio de un complejo industrial de más de 10 empresas, donde cada cual emite "lo suyo" de acuerdo (suponemos) a las respectivas resoluciones de calificación ambiental que en su momento les fueron otorgadas. Si afinamos un poco el ojo, nos daremos cuenta que el problema que acaba de estallar era una bomba de tiempo.

Y seguirá pasando mientras como país no tomemos una decisión de "cómo crecer".

Y es que nos podemos seguir oponiendo a cuanta central termoeléctrica se proponga, a las hidroeléctricas, a las minas de oro que quieren "trasladar" glaciares milenarios, pero nada de eso será efectivo si no exigimos lo que de verdad está en la base de la discusión: el ordenamiento territorial, un tema que la mayoría de las autoridades evitan no sólo por ser impopular, sino además porque los réditos políticos posibles de obtener a través de una política pública de esta índole son a muy largo plazo.

Si como país pensamos en crecer, generar empleo, vivir más seguros y en un ambiente limpio, tenemos que ser capaces de definir con qué queremos desarrollarnos y dónde. Es que no es posible seguir con esta dinámica que siempre perjudica a los más pobres, a aquellos cuyos suelos no valen lo suficiente o a quienes por falta de educación o recursos no tienen donde golpear puertas.

Si nos sentamos a discutir sobre ordenar el territorio y cómo, tendremos que poner en la mesa temas como el de Ventanas, el de Huasco, el de Mejillones, el del mismo Concepción, donde ya no quedan playas, ni árboles... ni aire limpio que respirar.

Eso es lo que hace una sociedad moderna, con una política medioambiental decente (que en este país creo que es del milenio pasado), que EFECTIVAMENTE camina hacia el desarrollo sustentable, o por lo menos lo intenta. Piensa las cosas desde la raíz, comenzando bien... y conversando bien... aunque ello signifique sacrificar popularidad, votos, titulares y -porque no decirlo- unos cuantos pesos más en el bolsillo.

Ojalá los niños de La Greda sean parte algún día de este desafío.