Ayer, mientras caminaba al trabajo, las calles desiertas de Santiago me recordaron los años '80, cuando mi mamá me mandaba al colegio aún en días en que las marchas y protestas no dejaban caminar tranquilo a nadie con uniforme.
La soledad y esa tensa calma que precede a los acontecimientos, esos instantes, tal vez segundos, donde el silencio se apodera de los espacios... y luego el estallido.
Y ayer lo sentí profundamente.
Es extraño este sentimiento bipolar. Habiendo votado por el Gobierno de turno, creyendo ciegamente en su capacidad de reformas sociales, apoyando la alegría que venía, venía y siempre venía... me paré en la calle -junto a mis colegas- a exigir el "cambio de modelo".
Sin embargo, tampoco soy ciega ni creo en el príncipe azul como para pensar que de verdad el Neoliberalismo está en retirada. Esta dualidad agota.
Ahora, después de muchos años, tengo la certeza de que el modelo no cambiará, por lo menos no en el corto ni mediano plazo... a pesar de eso.... también me he logrado convencer que quedarse con esa idea es morir en el intento, y de eso sí que no pecaré. No me quedaré sentada al lado del camino mirando como todo pasa... creo que por eso salí y grité.
Este día de movilización no sólo es el síntoma de que nuestra sociedad tiene un montón de males que debieran ser curables (si nuestros "líderes" asumen y llevan a cabo las propuestas gracias a las cuales fueron votados); además es la muestra que Chile por fin vuelve a tener una democracia, donde somos capaces de salir a la calle sin miedo a decir lo que pensamos, que nos organizamos y decimos lo que nos parece mal.... o bien.
¿Caos social? ¿Desorden? De qué hablan, si las sociedades se mueven y avanzan gracias a estos procesos.
No es mentira lo que reclama la CUT. Ayer mismo, un conocido me dice "porqué tienen que protestar, tienen que trabajar, para eso se les paga"... para luchar contra el poder de mentes como ésta estábamos ayer en la calle. Los trabajadores son el alma del crecimiento y el desarrollo de cualquier país, y tienen derecho a decir que no, tienen derecho a que se les escuche, tienen derecho a tener una vida digna como cualquier ser humano.
¿O no es una aberración que en un país como el nuestro el 5 % se lleve el 90% de las ganancias? Yo creo que sí.
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